¡Feliz cumpleaños, Madre!

SEPTIEMBRE - 2005
Comenzamos el nuevo curso, y con muy buenas perspectivas por cierto, pues ya el día 8 celebramos la Natividad de María Santísima.
Pero... ¿Cómo viven los buenos hijos la fiesta de cumpleaños de su Madre? Pues desviviéndose a fin de que todo esté a su gusto, y así hacerla feliz. La madre, claro está, querrá vernos y charlar con nosotros, que la llevemos en nuestro corazón a lo largo del día, para compartir con Ella todas nuestras cosas, tanto las grandes como las pequeñas. Ella querrá explicarnos, también, sus vivencias y sentimientos, y que la escuchemos. Le gustará darnos consejos que, si los seguimos, nos harán más felices. ¡Cuánto llega a agradar a las madres que sus hijitos sean dóciles les hagan caso!
¿Cómo podrían faltar los regalos? Alguna oración de las que a Ella le gustan, un propósito auténtico de mejorar en algún aspecto concreto que no acaba de ir bien en nuestra vida; tal vez algún pequeño sacrificio o renuncia, hechos por amor a Dios y a Ella; quizás no quejarnos tanto o ser más amables y biencarados con los demás; quizás un retorno a los Sacramentos de la Iglesia... En fin, no quiero poner límites a la creatividad de cada uno, pues todos sabemos lo que quiere decir ser afectuosos y tiernos, y hacer feliz a otro, sólo hace falta proponérselo de todo corazón.
María es la Madre de Dios, y también la Madre de todos los hermanos de Jesús (todos nosotros). No nos ama a todos igual pues cada hijo es diferente, sino que ama inmensamente a cada uno del modo en que él necesita ser amado. Ella no hace discriminaciones: no hay hijo que no arrope con todo el corazón. Entonces es fácil deducir que una de las cosas que más la alegrará, es que amemos y tratemos bien a todos sus otros hijos, empezando por Jesús (especialmente en el Santísimo Sacramento) y llegando hasta el más pequeño de los hermanos (todo lo que hagamos al prójimo se lo hacemos a Jesús). Cuando tratemos a las personas, o sus bienes, o hablemos de ellas, nos ayudará mucho para hacerlo bien, el recordar que todos son hijos muy amados de María. Lo es quien me cae simpático y también aquél al que me siento tentado de dar de lado o pisar; lo es quien muere de hambre en Níger y quien disfruta de unas buenas vacaciones; lo es quienes no conoce a Dios ni el Evangelio y quien posee el tesoro de la Fe...Imaginemos la cara de María cuando nos ve actuar y hagámoslo de forma que siempre pueda sonreír. Esto quiere decir compartir los bienes, especialmente la Buena Nueva de la Salvación que es fuente de todo Bien. Quiere decir amar, respetar, considerar al otro como miembro del mismo cuerpo que yo y no como un objeto del que aprovecharme.
Pero cuando intento obrar así, enseguida constato que no puedo, que muchas veces mis apetencias, la soberbia y el egoísmo, pesan más que mi amor. Ello no debe sorprenderme pues todos estamos heridos por el pecado original y sólos no podemos obrar el bien: “(...) el querer está en mí, pero reconozco que no el obrar lo bueno; pues no hago el bien que quiero sino el mal que no quiero, eso es lo que hago” (Rom. 7, 18-19). Así pues, tendré que buscar un Amor que pueda vencer el mal que hay en mi corazón, un Amor más grande que el mío, que es demasiado débil y defectuoso; tendré que pedir a Dios que llene mi corazón de su Amor, de su Espíritu Santo.
Jesús nos ha redimido, Él es el único mediador entre Dios y los hombres. Pero, por su bondad gratuita, ha querido hacernos colaboradores suyos en esta Misión; como miembros de su Cuerpo, quiere que seamos, en cierto modo, corredentores con Él. María es un miembro muy excepcional del Cuerpo Místico de Jesús, y, por lo tanto, colabora de manera excelsa en la salvación de todos sus hijos. Dios, que ha querido venir al mundo a través de Ella, también quiere darnos todas las gracias, ¡dársenos!, por medio de María. Por eso confiamos nuestros corazones, nuestras vidas, a su acción maternal, para que nos haga como Ella, completamente dóciles a la voluntad de Dios y llenos de su Amor, de su Gracia. Éste es el antídoto para los males de nuestro mundo. Sin la oración y los Sacramentos; sin su intercesión no lo conseguiremos.
¡Madre muy amada, ven con nosotros al caminar, danos tu Corazón!

3 Comments:

At 12:33 PM, Anonymous Anonymous said...

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At 12:33 PM, Anonymous Anonymous said...

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At 12:33 PM, Anonymous Anonymous said...

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